Sobre democracias y tumbas

Recuerdo que en mi primer fin de semana en Benguela, volvía yo el sábado de la playa con las algas prácticamente colgándome de la cabeza, cuando me esperaban en el Lar con una tarea un poco complicada. Todos los sábados de tarde se juntan las chicas del lar por grupos de edades (grandes, medias, premedias y las pequeñas) y alguien les da algún tipo de formación, de temas diversos. Total, que me tocaba hacerme cargo de las premedias (entre 11 y 15 años), para mi gusto las más complicadas. Mi pregunta, “bueno, ¿y de qué demonios les hablo yo?”, “Pues no se mujer, tú verás.”  Total, que como buena futura economista que pretendo ser, decidí discutir con ellas sobre desarrollo, así que les plantee la pregunta de qué creían ellas que podían hacer cada una para ayudar al desarrollo económico y humano de su país (un gran tema para conectar con adolescentes, pensará alguno, y con razón).

La verdad es que la cosa no fue tan mal como esperaba y hubo un debate interesante, pero a lo que voy, y para lo que empiezo con esto, es que de pronto nos ponemos a hablar del papel de los políticos, y a mí no se me ocurre nada mejor que empezar a echar un discurso sobre democracia, sociedad civil y la responsabilidad que hay que exigir a los dirigentes. Aclararé que estábamos sentadas en una pista de baloncesto del colegio, al lado de la calle. Entonces me dice una de las chicas: “mana, este tema igual mejor dejarlo, (o no hablarlo a grito pelao) porque si nos oye alguno por la calle, igual nos tiran piedras”.  Esa fue la primera vez que me di cuenta realmente de la falta de libertad de expresión, y la consecuente frágil democracia que se vive en Angola.

El presidente de Angola por todas partes. Benguela.

En noviembre de 2010 se cumplieron 35 años de la independencia de Angola, y para conmemorarlo, la revista “África 21” (un gran descubrimiento: una publicación mensual de análisis político y económico centrado en África principalmente y otros países en desarrollo, sobre todo lusófonos) titulaba el número de ese mes “Reconstruir o sonho” (lo que viene siendo "reconstruir el sueño"). El título es significativo porque refleja un sentir bastante general sobre el pasado reciente de Angola. La independencia fue un momento de gran esperanza y optimismo, pero que se quebró con el inicio de la guerra. Hoy nos encontramos en un momento de recuperación de este sueño (en línea con lo que comenté en un post anterior) pero con muchas sombras.

Entre los claros están el proceso de desmovilización de los militares, al parecer bastante exitoso, y de desmilitarización (ambos aún activos). También el crecimiento económico (sin duda), la pacificación, unificación  y la reconciliación nacional. Lo pongo en cursivas porque aquí es, junto con la debilidad democrática, el aspecto que más se pone en duda.

"Entrega já a tua arma". La campaña para retirar las armas continúa.



Es principalmente la UNITA, el principal partido de la oposición, y antiguo enemigo del MPLA durante la guerra, la que más cuestiona esto. Denuncian en concreto una “intolerancia política”, porque por lo visto sus miembros sufren cierta persecución y violencia. Aunque a mí el término no me parece del todo adecuado. Me parece más bien que lo que sucede en Angola es que hay una criminalización de cualquier oposición. Poco antes de irme, por poner un ejemplo, el responsable del gobierno de los asuntos políticos (no recuerdo su título concreto) amenazaba por la radio con represalias a unos jóvenes que pretendían manifestarse contra ciertas prácticas del gobierno. Según él, no son más que facciones que pretenden desestabilizar el país, las que utilizan a los jóvenes para crear confusión. El discurso oficial –y de la mayoría de los medios, que son poco o nada independientes- es de no admitir crítica alguna. 

Es cierto que la UNITA es un partido bastante deslegitimado; la gente recuerda que durante la guerra fueron especialmente sanguinarios y violentos, además de que al no admitir el resultado de las elecciones de 1992, desataron nuevamente la guerra tras un breve periodo de paz (un año), que se reanudó con mayor crudeza que hasta entonces. Pero por el momento no existe alternativa. Y el partido del gobierno no deja margen para la independencia. Por poner un ejemplo, me contaba un chico que él y sus amigos quisieron utilizar un terreno que había desocupado cerca de sus casas para las pachangas de fútbol. Les contestaron que si no se afiliaban al MPLA, nada. 

 Luanda

El culto a la personalidad tampoco ayuda. Al actual presidente de Angola, José Eduardo dos Santos, te lo encuentras hasta en la sopa. A mí se me pusieron los pelos de punta cuando me encontré su foto en la contraportada de las libretas que les dan a las niñas para el colegio bajo el título “El pacificador”. Por no hablar del mausoleo-torre que le están construyendo al antiguo presidente, Agostinho Neto, quién declaró la independencia de Angola y al que no le niego su importancia histórica, pero cuya nueva tumba -una mezcla entre la torre de mordor y un cohete- resulta de lo más rocambolesca cuando la ves sobresalir entre las chabolas de Luanda.

Mausoleo de Agostinho Neto, Luanda

Tengo que aclarar en este punto una confusión que sufrí (y además divulgué), por una mala pasada que me jugó mi imaginación. Me habían contado que en un museo de Luanda (se referían al mausoleo) estaba el cadáver del Sr. Neto. Yo por alguna razón, concluí que estaba allí el cuerpo presente del fallecido bien momificado, para exhibición y adoración pública, al más puro estilo comunista. La cara de mi interlocutor de “no es pa tanto mujer” cuando yo alucinaba con la historia del presidente y su tumba quedó aclarada ayer, cuando se me ocurrió contrastar el dato con un chico que conozco en Luanda, que efectivamente no había oído nada de un presidente momificado y enterrado en una torre –y no es una anécdota que pase desapercibida-, así que he llegado a la conclusión, mientras alguien no me informe de lo contrario, de que el Sr. Neto está en realidad enterrado como dios manda. Eso sí, bajo una torre-cohete.
(Lo siento Clara, sé que la historia con formol de por medio resultaba mucho más apasionante, pero no se trataba de inventarse una leyenda urbana, que luego uno va contando disparates por el mundo).

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