Fin de capítulo

Ya estoy en la recta final en Angola. El miércoles me voy para Luanda, donde me quedaré 5 días, y el lunes próximo ya salgo para España. Me da bastante pereza tantos días en Luanda, pero tengo que aprovechar la boleia como dicen ellos, porque me van a subir en coche. Además así conoceré aunque sea un poco la ciudad, y voy haciendo una despedida escalonada de Angola, que me da una pena terrible. Principalemente por despedirme de mis niñas, pero también de los helados de mucua, de los pasteles de masa-terra -un descubrimiento tardío pero fructífero-, de la papa, una papilla de soja que nos merendamos todos los días, y de Praia Morena. Voy a tener muitas saudades como dicen aquí; morriña en gallego.

Merienda de papa

El agua ya entrando en el campo
Así que los dos días que me quedan van a ser bastante agitados ya que tengo que cerrar unos cuantos capítulos. Empezando por el proyecto del campo, aunque mi parte en realidad ya está casi terminada. El motor ya está en funcionamiento y los terrenos preparados. Ya se ha plantado la semente de patata, y queda por plantar maíz y frijol, que es lo que corresponde para esta época del año. Me queda comprar una pieza del motor que se está resistiendo y no la encontramos ni en Lobito ni en Benguela, pero estamos en ello, abono y combustible para el motor, en lo que gastaré lo que queda de dinero que no es mucho.Y cerrar las cuentas.



Mujeres plantando la semente


















 Se quedan en el tintero muchas cosas de las que me hubiera gustado escribir. Del Lar, de la cultura angolana y africana, de este país en proceso de construcción que avanza, pero con unas lagunas importantes. Creo que el problema que más frustra a la gente es el déficit democrático, tema que merece un post, pero ya con los pies en España.

También me faltó escribir sobre muchas personas, con historias que deberían ser contadas. Una de ellas es tía Ana, una mujer que trabaja en el Lar lavando y planchando la ropa de las pequeñas. Su relato es de muertes; de la muerte de sus dos maridos, y de casi todos sus hijos. Es impresionante el fatalismo con el que se acepta la muerte aquí. Todos tenemos que morir, pero aquí, como dice Irmã Engrácia, se muere à toa, a lo tonto. Y es verdad. Desde operaciones en el hospital que no tendrían que haber sido hechas, hasta partos difíciles, o enfermedades que tienen fácil solución, pero que aquí acaban en funeral. Ayer me decía Edna, una de las chicas del Lar, cuando hablábamos de un portugués que hay aquí de noventa y tantos años, muerta de risa que a los blancos les cuesta morirse, que un negro difícilmente llega a los ochenta. Y es cierto, es un país de jóvenes. Como dice Quim, cuando piensas cuántos hijos quieres tener, tienes que contar con los que se van a morir antes de tiempo. Y eso forma parte de la vida, se acepta sin dramatismo.


Tía Ana con su nieta, huérfana.

 Reflexiones a parte, no sé si en Luanda podré escribir. Si no es así, cierro con este post estos tres meses en Angola, que han sido puro aprendizaje. Nos vemos en España.

El antiguo muelle de los esclavos en mi querida Praia Morena.

Comentarios

  1. ola menchin miaaa!
    la despedida va a ser triste!
    xo aki stams nosotras con unas ganas enormes de darte un abracin;)
    ganines d verte!!!!"
    BUEN VIAJEEEE!!!
    besin

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  2. que fotos tan chulas, cuantas cosas que contarnos y que ganas de verte! un besin encar!

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